Visitamos el sur de Italia ilusionadas, después de los preparativos en las últimas semanas, Italia nunca decepciona, esta vez tampoco...
Tomamos el avión por la mañana en Madrid el 24 de febrero y en apenas dos horas ya pisamos Nápoles, ciudad caótica donde las haya, pero q nos ha enganchado desde el principio...
Está ciudad volcada en el Mediterráneo es un hervidero bullicioso de gente a todas horas del dia...no tiene pasos de cebra, ni semáforos en las grandes avenidas, tiene eso sí, un caos que distrae al transeúnte y que también atrae al visitante. Nos sumergimos impacientes en los paseos propios del turista, el Nápoles antiguo, el Duomo abierto a todo el mundo, las iglesias y las estrechas calles abarrotadas de gente que pasea o camina entre los coches y las motos...las motos siempre presentes...recuerda en algo a nuestras ciudades españolas, a las estrechas calles de Córdoba o del Albaicin granadino, mediterráneas todas, con un pasado común, aunque q veces se nos olvide... También muy presente la religión, en esta parte de Italia son muy religiosos, lo comprobamos cuando nos rodea una charanga en la calle, acompañada de mil estandartes con vírgenes y santos a modo de procesión, en medio las motos q atraviesan la comitiva y la gente comiendo pizza, todo muy surrealista, pero al modo italiano...
Al caer la tarde volvemos al hotel, un hotel cómodo y modesto cerca de la Plaza Garibaldi, descansaremos con la decoración de carteles de cine q hay por todo el hotel: Roma ciudad abierta, El cartero y Pablo Neruda, la Dolce Vitta...y mi Audrey Hepburn...las casualidades no existen, dormiremos plácidamente esperando a mañana...toca el barrio español y visitar a Alejandro.
