El periodo de formación en régimen de inmersión
lingüística en Montpellier transcurrió desde el 16 de mayo a al 21 del mismo
mes del 2016.
De una experiencia anterior, por la
participación en un programa COMENIUS, sabía que era algo que iba a ser
interesante y gratificante, como lo son generalmente todos los intercambios con
otros países, únicamente veía como inconveniente el hecho de realizar la actividad
en soledad, es decir sin compañeros. Por un lado bien porque la inmersión era
total, pero por el otro la cosa pintaba bastante aburrida, nada más lejos de la
realdad.
El primer día del curso me encontré con alumnos
de los que me separaban como mínimo 25 años de edad con lo que la diferencia
generacional era evidente y lo que producía un cierto obstáculo de relación.
Claro que esto era consecuencia de haber optado por una formación abierta y por
tanto el curso también era abierto, es decir, no era un curso específico de
formación de cuatro días si más bien era un curso que debía extenderse a lo
largo de varios meses al que yo me incorporé durante el periodo arriba
indicado, eso conlleva una falta de objetivos concretos y una adecuación de los
contenidos conceptuales y procedimentales.
Yo acudía al curso con el francés aprendido en
los 7 años que duraron mis bachilleratos y mi COU y que terminé de realizarlos
en el curso 1976-77 y de dos viajes de ocio
a Paris, había transcurrido pues casi 40 años desde mi formación.
Con cierto recelo por la parquedad de mis
recuerdos del idioma la verdad es que con el transcurso de los días que yo
había recibido una sólida formación gramatical y morfológica y fui recordando vocabulario y construcciones
gramaticales la única dificultad era la conversación que era la parte más débil
de mi formación. Los conceptos me fueron fluyendo como por mimetismo y de forma
natural me venían a la mente, como desempolvados y casi de forma natural.
El caso fue que al segundo día de estancia ya
iba comprendiendo lo que me hablaban aunque todavía me parecía que hablan muy
rápido pero comprendí que era cuestión de tiempo el que mi oído fuera
despertando y que en cuestión de semanas la comprensión iba a crecer de modo
exponencial así como mi soltura para mantener un diálogo con cierta fluidez,
cuestión que me produjo una cierta satisfacción, y de paso encontrar
justificación a este periodo de formación y un poco a mitigar con ello esos
inevitables momentos de soledad.
Montpellier es una ciudad extensa y con un
espíritu contemporáneo pero no sólo actual sino a lo largo de su historia que
parte de la Edad Media, no es una ciudad que a diferencia de muchas ciudades
francesas que tienen un origen muy antiguo. Con esa contemporaneidad vivieron, viven y vivirán y eso se percibe en
la arquitectura que conforma la ciudad, l´Antigone es la prueba más evidente de
ello, barrio de edificios neoclásicos diseñado por Ricardo Bofill padre a
partir de 1977 para familias humildes, pero es que a continuación se construyeron barrios con la arquitectura
de los años 90 más allá con los de los 2000 y así hasta hoy donde es posible
hacer un recorrido por los diferentes estilos arquitectónicos del siglo XX, el impulso de esta modernidad
fue debida a Georges Frêche
alcalde de Montpellier durante 30 años,
muy querido por los montpellerinos.
El resultado final fue haber obtenido una grata
experiencia, refrescar conocimientos la satisfacción de lograr hacerte
comprender en un idioma que no es el tuyo y en definitiva ampliar la capacidad
comunicativa ampliando así el entorno personal, desechando puntos de vista
anecdóticos y obsoletos.
Para repetir….
Ángel Collado Sánchez
Profesor del departamento de Dibujo
Se acompañan dos fotos tomadas de wikimedia.org
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