Durante estos tres cursos estamos desarrollando en
el Instituto un proyecto Erasmus K-2 denominado “Our daily bread” (“Nuestro pan
de cada día”) junto a otros centros de Alemania, Rumanía e Italia. En el
reciente encuentro celebrado en La Solana visitamos el pósito de San Carlos del
Valle y vimos la actuación llevada a cabo en los silos (que no los hilos, como se
suele decir) de nuestra localidad. Con este motivo desarrollamos seguidamente
un poco de historia de estas construcciones.
El pósito de San Carlos del Valle
Los pósitos eran instituciones municipales
destinadas a almacenar cereales para su préstamo a los campesinos en época de
escasez. Por ello se denomina así a los depósitos o almacenes donde se guardaba
el grano.
Aunque su origen data del siglo XVI será en el XVIII
cuando se generalicen y alcancen importancia centralizándose su administración
mediante la creación de la Superintendencia de Pósitos en 1751, en plena época
del Despotismo Ilustrado y de la doctrina económica denominada fisiocracia, que
defendía el valor de los recursos naturales como fuente de riqueza, y que
propició la necesidad de reformar la agricultura medieval.
Su decadencia se inició con la crisis del Antiguo
Régimen a finales del siglo XVIII y, especialmente, con la traumática Guerra de
la Independencia. A lo largo del siglo XIX fueron languideciendo conforme se
expandía el liberalismo económico y surgieron otras formas de crédito agrícola,
básicamente promovidas por la iniciativa privada.
En los pueblos de nuestros alrededores se han
mantenido algunos en buenas condiciones, como ocurre en los casos de
Argamasilla de Alba o Campo de Criptana.
El caso de San Carlos del Valle es especial pues
está relacionado con la fundación real de este municipio. En efecto, la
creación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena favoreció el poblamiento y
urbanización de este núcleo en torno a la antigua ermita de Santa Elena. La
presencia de nuevos pobladores a los que se incentivó con el reparto de tierras
promovió el control por parte de la Corona de la economía municipal. Como nueva
población, que se pretendía modélica, se la dotó con un pósito anejo a la
iglesia, que si bien ha sido modificado a lo largo del tiempo y usado con
distintas funciones (hoy es la sede de la oficina de turismo) mantiene casi
íntegra su estructura original.
Los Silos de La Solana
Los silos del Servicio Nacional de Agricultura
emergen del conjunto urbano y definen un perfil singular, una imagen que se
repite en numerosos lugares de nuestro país. Si en la Edad Media fueron las
torres de las iglesias, en los años posteriores a la Guerra Civil las grandes
construcciones para el almacenamiento del trigo han definido el perfil urbano
en muchos lugares. En el caso de La Solana su “sky line” está claramente
definido por ambos elementos, torre y silos.
En 1937, en plena Guerra Civil, se creó el Servicio
Nacional del Trigo (SNT), cuya visión era comprar la cosecha de trigo a los
agricultores y asegurar así el abastecimiento de la población. Durante la
posguerra, la política autárquica de fuerte intervencionismo estatal y la
precariedad de los “años del hambre” provocó la construcción de la Red Nacional
de Silos y Graneros, una enorme infraestructura estatal diseñada por ingenieros
agrónomos asesorados por un arquitecto para las cuestiones estéticas. Su
función era recoger el trigo en las zonas productoras y redistribuirlo según
las necesidades. Esta Red Nacional llegó a estar formada por 672 silos y 277
graneros distribuidos estratégicamente por las principales regiones cerealistas
y asociadas a nudos de comunicación como ferrocarriles, carreteras y puertos.
Mientras el sector del trigo y otros cereales
funcionó en régimen de monopolio estatal, los sucesivos organismos estatales
agrarios se dedicaron a comprar, almacenar y vender cereales, por lo que todos
los silos de la Red fueron muy utilizados. Con la incorporación de España a la
Comunidad Económica Europea en 1986, la intervención en los mercados pasa a
depender totalmente de la legislación comunitaria y comenzó su decadencia.
En el caso de nuestra localidad, pertenece a una
segunda etapa de construcción a partir de finales de los años cincuenta, con una tipología en serie y de
aspecto más sobrio. Todos ellos constan de una torre elevadora, galería
superior, celdas de almacenamiento, marquesina y nave anexa, realizados en
hormigón y pintado con sus característicos tonos ocres.
Una vez transferidas las competencias desde el
Gobierno central a las Comunidades Autónomas, pasaron a ser gestionados por la
Consejería de Agricultura que, a su vez, los cedió a los Ayuntamientos, encontrándose
la mayor parte de ellos en situación de abandono y progresivo deterioro.
Sin embargo, son elementos de arquitectura
industrial vinculados a nuestra historia reciente, concebidos como obras de
ingeniería de interés singular y definidores del paisaje urbano. Estas
“catedrales del campo” están siendo motivo de un proyecto de arte mural
denominado “Titanes”, llevado a cabo por la Diputación Provincial de Ciudad
Real en cinco municipios, entre los que se encuentra el nuestro. El resultado
estético es ya otra cuestión.